sábado, 15 de mayo de 2010

Bitácora del Navegante de Pegaso-Día ¿4? extraño (más allá del brazo)

Hoy me levanté bastante sobresaltado. Al principio creí que había salido de un sueño algo movidito, como los de las últimas semanas, pero pronto entendí que la situación era más grave de lo que pensaba. La voz femenina repetía incesantemente parámetros del fuselaje, listado de daños y advertencias dirigidas al navegante respecto a ésto y lo otro; pero yo, en mi destartalado despertar no atinaba a ajustar mi atención sobre tanta verborrea sobre el molesto fondo ruidoso. Al final entendí: habíamos chocado contra algo, aunque la puñetera máquina, al preguntarle con qué, no supiera darme una respuesta coherente y que ayudara; es más, ni siquiera sabía decirme dónde estaba localizado el daño. Recé para que la IA no hubuiera quedado dañada severamente y me encaminé a comprobar las centralitas repartidas en la parte trasera de la nave. Al entrar me quedé helado porque...allí había alguien. La forma, humanoide con total seguridad, se recortaba contra una brecha abierta en el fuselaje ¿Cómo que se recortaba? ¿Contra qué? ¿Contra el mismo espacio? Pues sí. Y eso era lo extraño. No había nada tras la sombra y la podía percibir en toda su aterradora y alargada forma. Y además...podía respirar. Por un momento estaba tan asombrado que se me pasó, pero pensé que era evidente que ya tendría que haber muerto; tal era la brecha. Entonces ¿por qué no había salido disparado? ¿Por qué seguía respirando?, y lo más importante, ¿estaría soñando? Me pellizqué.

El perfil de aquello se desdibujó por un momento y, con una fuerza y un sonido atronador, juntó una cantidad de materia tal que parecía no caber en la nave. Con un soplido, y luego de haberme dirigido una mirada incendiaria, evaporó la bola informe: primero en pequeños trozos, y luego en partículas prístinas y luminiscentes que cosieron de un plumazo la brecha. Todo se quedó negro y no me acuerdo de más. Cuando desperté, tendido en el suelo, la mujer del altavoz me avisó de que la comida me esperaba en el tubo de inflexión calórica. Me levanté y corrí hacia el lugar en el que había estado la brecha y toqué el metal. Todavía estaba caliente, y, la sutura de origen desconocido, era la prueba irrefutable de que todo había sido real.

¿Qué me está pasando? Pensaba que el polizón era una invención de mi inconsciente para soportar esta soledad sin fondo que se traga día a día, mi mente; pero lo que acaba de ocurrir hoy ha barrido de un plumazo y para siempre la embriaguez del vacío que me asolaba. No es que tenga miedo, no, al contrario. Me siento como si hubiera nacido de nuevo; como si un dios, salido de alguna clase de abismo inimaginable, se hubiera abierto camino a través de mis tripas renovando cada órgano y emoción.

Tengo que relexionar, pensar sobre todo esto y replantearme mi situación.

Cierro.

Sonando en mi nave

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