miércoles, 9 de junio de 2010

Última entrada del Navegante de Pegaso desde el bajel (no importa el día)

Está es mi última entrada desde el navío, ya que he decidido vivir en el mundo que he sondeado previamente. La nave ha permanecido estacionaria durante algún tiempo, lo que me ha dado un cierto relax para calibrar el hecho de establecerme permanentemente en el planeta que se muestra ante mí. El aspecto es terráqueo y las mediciones atmosféricas dicen que la vida es posible. El estudio biológico hecho por la sonda es más que prometedor: acaba de pasar por un cataclismo natural y la mayoría de especies peligrosas se han extinguido, aunque hay cantidad de vida, tanto vegetal como animal, susceptibles de ser consumidas. Voy a mandar robots y materiales para que comience la construcción del habitáculo provisional donde pasaré mis primeros meses. Empezaré a medir el tiempo en los términos que un día conocí e iré catalogando cada nueva forma de vida que se me presente. Luego haré un borrador genético para bocetar una mujer sin posibilidad de procrear y con un alto grado de adaptabilidad al medio, amén de capacidad de aprendizaje. 

Cansado de viajar, cierro el diario del navegante y paso a abrir un nuevo diario desde el planeta de mi renacimiento. Todavía estoy barajando nombres para este bebé suspendido en el alquitrán interminable del universo que ahora me observa. Próxima entrada, desde mi hogar.


Sonando en mi nave

domingo, 30 de mayo de 2010

Bitácora del Navegante de Pegaso-Día ¿? (Primer mapa. mi mente)

He entrado. La cartografía mental que el ente puso a mi disposición me ha permitido hacerlo. Pero no fue en ningún punto de este universo, sino en una región paralela dentro de mi mente que quiere ser descubierta y explorada en su tamaño real; una medida difícilmente manejable dentro de nuestro limitadísimo cálculo humano. Y es que estoy sorprendido de las dimensiones espaciales y temporales que yacen, sin descubrir, dentro de este cascarón blanquecino en el que se aloja el motor de nuestro pensamiento. He visto fosas cavernosas llenas de retazos, memorias y terrores que nadie podría soportar; he oído y olido fórmulas trasnochadas que, a pesar de lo simples, han sido siempre la clave de nuestra inmortalidad; he paladeado el sabor de la sangre de un billón de especies con las que jamás podré contactar, pero de las que ahora sé casi todo; he copulado con la esencia hermafrodita del navegante, extasiado por la respuesta dada a la gran pregunta. Ahora sí, ahora puedo decir que veo, y si he tenido que esperar eones de tiempo para saber qué se escondía detrás del sucio telón que habían dispuesto delante de nosotros, he de decir que ha valido la pena. No porque sea algo sorprendente, original y  con lo que puedes por fin darle un bocado al nirvana, no..., sino porque es tan  sencillo de entender, que da risa. Sí, siempre estuvo delante de nosotros y no pudimos verlo. Pero, señores, me está absolutamente prohibido plasmar nada en este diario que pueda volver loco a quién lo lea. Es por eso que tendréis que esperar a que encuentre una manera, un método que no acabe con vuestra cordura, para poder vomitar toda la pútrida sabia de ese árbol viejo que es el tiempo. Al final todo empieza y acaba con él, con Cronos y sus ganas de joder. Pero no os impacientéis...todo llega. 

Voy a dormir un rato sobre alguna acolchada neurona que no se haya quemado. ¿Próxima entrada? Cuando el navegante quiera.

Nota: primero polizón, luego navegante, luego...luego no sé.


Sonando en mi nave

jueves, 20 de mayo de 2010

Bitácora del Navegante de Pegaso-Día ¿5? revelador (un mapa)

Una extraña polvareda que no parecía formar parte de este universo se acercó al costado derecho de la nave ayer. Fue muy raro ver una cosa así, flotando tan cerca, después de años sin catar algo original del exterior. Con el tiempo se acostumbra uno de tal forma al entorno diario, que las estrellas, constelaciones y sistemas solares dejan de provocar alteración alguna.

Me acerqué a la ventana obnuvilado por la nueva visión dejándome arrastrar entre los remolinos interminables, que le daban ese algo de ser vivo que intuí desde el principio. Llevaba ya un buen rato, cuando algo me habló desde las partículas flotantes que empezaban a adherirse al cristal de amplio grosor que me permitía respirar.

¿Qué dijo? No eran palabras; de hecho, ni siquiera algún tipo de comunicación conocida o que pueda relacionarse de lejos con lo humano. ¿De qué manera actuaba entonces aquel rol perceptivo que se adueñó de mí durante unos minutos para impregnar el mapa en mi inconsciente? Sí, porque aquello era un mapa gigantesco que en pocos segundos empapó, primero la corteza de mi cerebro en toda su extensión, y luego bajando, capa por capa, para pasar a formar parte de mí como un miembro u órgano más. Y a pesar de notarlo engarzado en lo más profundo con una seguridad abrumadora, tenía plena consciencia de él en todo momento. Vívida,  confortable, segura: serían las palabras para definir la experiencia que me rodeó durante un momento que se me antojó demasiado corto en mi felicidad.

Ahora, aquí, mientras preparo el segundo café que he tomado hoy, repaso sistemáticamente en mi cabeza la guía que ese ser o lo que sea, me ha regalado. Estoy pletórico porque ahora tengo un motivo, una meta, algo que explorar en este eterno laberinto del que empiezo a estar mortalmente aburrido. Y es que...de todo se cansa uno...¿no?

Nota: dedicarme profusamente al estudio del mapa y utilizar las primeras indicaciones del mismo para cambiar de rumbo. Siento que más que un mapa ¡es una advertencia!. O salgo ya del brazo de esta nebulosa o mucho me temo que jamás podré hacerlo.

p.d. el ser no ha dado señales de vida


Sonando en mi nave

sábado, 15 de mayo de 2010

Bitácora del Navegante de Pegaso-Día ¿4? extraño (más allá del brazo)

Hoy me levanté bastante sobresaltado. Al principio creí que había salido de un sueño algo movidito, como los de las últimas semanas, pero pronto entendí que la situación era más grave de lo que pensaba. La voz femenina repetía incesantemente parámetros del fuselaje, listado de daños y advertencias dirigidas al navegante respecto a ésto y lo otro; pero yo, en mi destartalado despertar no atinaba a ajustar mi atención sobre tanta verborrea sobre el molesto fondo ruidoso. Al final entendí: habíamos chocado contra algo, aunque la puñetera máquina, al preguntarle con qué, no supiera darme una respuesta coherente y que ayudara; es más, ni siquiera sabía decirme dónde estaba localizado el daño. Recé para que la IA no hubuiera quedado dañada severamente y me encaminé a comprobar las centralitas repartidas en la parte trasera de la nave. Al entrar me quedé helado porque...allí había alguien. La forma, humanoide con total seguridad, se recortaba contra una brecha abierta en el fuselaje ¿Cómo que se recortaba? ¿Contra qué? ¿Contra el mismo espacio? Pues sí. Y eso era lo extraño. No había nada tras la sombra y la podía percibir en toda su aterradora y alargada forma. Y además...podía respirar. Por un momento estaba tan asombrado que se me pasó, pero pensé que era evidente que ya tendría que haber muerto; tal era la brecha. Entonces ¿por qué no había salido disparado? ¿Por qué seguía respirando?, y lo más importante, ¿estaría soñando? Me pellizqué.

El perfil de aquello se desdibujó por un momento y, con una fuerza y un sonido atronador, juntó una cantidad de materia tal que parecía no caber en la nave. Con un soplido, y luego de haberme dirigido una mirada incendiaria, evaporó la bola informe: primero en pequeños trozos, y luego en partículas prístinas y luminiscentes que cosieron de un plumazo la brecha. Todo se quedó negro y no me acuerdo de más. Cuando desperté, tendido en el suelo, la mujer del altavoz me avisó de que la comida me esperaba en el tubo de inflexión calórica. Me levanté y corrí hacia el lugar en el que había estado la brecha y toqué el metal. Todavía estaba caliente, y, la sutura de origen desconocido, era la prueba irrefutable de que todo había sido real.

¿Qué me está pasando? Pensaba que el polizón era una invención de mi inconsciente para soportar esta soledad sin fondo que se traga día a día, mi mente; pero lo que acaba de ocurrir hoy ha barrido de un plumazo y para siempre la embriaguez del vacío que me asolaba. No es que tenga miedo, no, al contrario. Me siento como si hubiera nacido de nuevo; como si un dios, salido de alguna clase de abismo inimaginable, se hubiera abierto camino a través de mis tripas renovando cada órgano y emoción.

Tengo que relexionar, pensar sobre todo esto y replantearme mi situación.

Cierro.

Sonando en mi nave

miércoles, 12 de mayo de 2010

Bitácora del Navegante de Pegaso-Día 3 (en los límites del brazo)

Miro por el ojo de buey al vacío mientras mi cuerpo excreta el último desayuno. El brazo robótico acompaña el acto íntimo frente a mí, dándome coordenadas e infinidad de datos cosmológicos. No hay revistas y extraño el papel. No sé dónde me encuentro, pero esa era la intención cuando Derman y yo decidimos buscarnos a nosotros mismos mediante este viaje caótico, introspectivo y loco. 'La Sustancia' ayuda, por supuesto: clona cada célula apagada, se reinventa, suelda este o aquel tejido avejentado y me mantiene como hace...¿cuánto? ¿cientos? ¿miles de años? No puedo decirlo. Aquí sigo, flotando dentro de una aleación increíblemente duradera, con el mismo aspecto que cuándo salí. Derman no pudo soportarlo. Lo entiendo. Quizá logró leer la fórmula en los astros, en la oscuridad que nos rodeaba, quizá se dio cuenta de que no había nada más que buscar, y que, en realidad, estamos mucho más que solos. Lo vi alejarse y desaparecer como tragado por una gran boca sin perfil e infinita, la de este universo, mientras me sonreía antes de asfixiarse por completo. Mi mano contra el cristal lo llamó egoista entretanto se hacía más pequeño, menos comprensible contra el tejido estelar, más 'nada'. Se había desembarazado de la gran pregunta, había trascendido el sufrimiento, se cansó de mirar.

He proyectado el flujo de los relés cuánticos para que la nave juegue con la deriva mientras disfruto cómodamente del viaje. Entramos hace pocas horas en uno de los brazos de radiación que lindan con el horizonte de la nebulosa, pero todavía falta saber si hay algún tipo de fluctuación gravitatoria tras el telón lumínico. Un agujero negro podría estar dándose un atracón más adelante y no quiero que me pille por sorpresa; si lo veo venir, al menos podré disfrutar del espectáculo.

No he sabido nada del polizón, pero sé que sigue ahí. Hice el reseteo y, de nuevo, todo está limpio neuronalmente. Es difícil saber si el visitante se manifestará. De alguna manera lo intuyo, lo oigo respirar tras la corteza, pero por ahora no ha vuelto a hablar.

La música empieza a sonar. Una copia química casi perfecta de Jack Daniels destilada por la IA me vendrá bien. Desde el altavoz, la amable voz femenina me avisa de lo evidente: "entrando en el flujo de radiación". 

Cierro.


Sonando en mi nave

martes, 11 de mayo de 2010

Bitácora del Navegante de Pegaso-Día 1 después de hibernación

Los reactores espectométricos parecieron pararse por un instante, pero sólo eran la confusión y el miedo haciéndose un hueco entre los síntomas derivados de una larga hibernación. Me tranquilicé y levanté como pude. Difusamente percibí un planeta que no rezaba en la carta de navegación, y medio mareado entendí al momento que la nave se había desviado por un error en las coordenadas previamente prescritas por las ondas de mi cerebro semiinconsciente. Sabía que el polizón andaba por allí y entendí que había decidido por mí. No era una alucinación, un sueño o algo imaginado; estaba vivo y rondada por el estrecho habitáculo. Entonces, ¿por qué no podía verlo? ¿por qué no se había manifestado de alguna manera durante el largo trecho que llevábamos recorrido?. Sólo una respuesta se estrelló contra mi agitada mente horadando los rincones abotargados de mi cerebro y pinchando la parte más profunda del inconsciente: Él...¡me vigilaba desde dentro!. Tendría que conectarme a la máquina de nuevo y resetearme. Repetir el proceso me costaría, pero era necesario si quería llegar cuerdo a mi destino, en el dónde y el cuándo en el que éste se encontrara. Ahora tenía que comer algo y descansar. Vi a lo lejos una nebulosa familiar y consulté el glosario cosmológico que Derman ordenó en el sistema interestelar de computación antes de morir; sí, el nombre de ese brillante faro en medio del conglomerado irreconocible en el que me encontraba era Fláteron Árgobal. Hacia allí me dirigí.

Apunte de bitácora a día desconocido de año desconocido. Nota: los sistemas temporales siguen parados.


Sonando en mi nave

lunes, 10 de mayo de 2010

Bitácora del Navegante de Pegaso-Día 1 (Hibernando)

Había historias que no podían ser contadas como si nada. Había lecciones que jamás podrían ser aprendidas sin sufrir el antes y el después; y así aprendí; así logré desembarazarme del legado al que estaba sujeto, porque me di cuenta de la trampa, del engranaje, el subsuelo que yacía a unos metros bajo la fina capa de falsedad, resquebrajamiento, musgo reseco y lamentos a cada paso. Comprendí que la humanidad estaba sentenciada desde el principio y que el cambio nunca fue para bien. Llámalo lapsus mental, llámalo exploración onírica, pero lo cierto es que cada día los perros seguían ahí, ladrando a la misma puerta, esa que no lleva a ningún lado. Sometí mis incontables posibilidades y las reduje a una: el poder seguir eligiendo, obligandome a ser libre aunque fuera de una manera falsa para poder sobrevivir; y así entendí que lo mejor no está siquiera entre las dos lonchas que engloban el condumio, la esencia, el sabor de las cosas; no...entendí que la manera era dormir, sumirte en un sueño de varano venenoso entre sabanas hechas para tal cometido; y ésto es: no hacer, no ser, dejarse llevar, porque en realidad no valemos para pilotos de nada. Así estoy desde ahora y en adelante, viajando en la máquina sin motor e incontrolable de lo futurible. Adiós y hasta una próxima, sucia y detestable entrada.

Apunte de bitácora a día desconocido de año desconocido. Escrito mediante ondas cerebrales en mi diario de hibernación.


Sonando en mi nave